Acuerdos políticos para una agenda nacional
Históricamente, Perú no ha podido construir sólidas instituciones republicanas que faciliten una implementación gradual y consensuada de reformas. El multipartidismo, los golpes de Estado, los gobiernos democráticos de corte autoritario y la falta de compromiso de las élites empresariales, industriales, agrícolas, académicas, etc.; por sólo mencionar, las principales causas, no han favorecido la construcción de acuerdos y consensos que entusiasmaran a la masa ciudadana y al votante promedio en general; que permitiera obtener una especie de centro político en la conducción del país. Lo pendular, de izquierda a derecha, con fugaces períodos de centro, primó en el espectro político de los gobernantes peruanos.
El pluralismo partidario incrementa el número de actores políticos con capacidad de influencia y por tanto, eleva los costos transaccionales de la negociación de consensos duraderos. La dispersión electoral en los procesos del 2001, 2006 y del 2011 en progreso, evidencia el surgimiento de nuevas fuerzas políticas en detrimento de los llamadas partidos tradicionales o nacionales, pero a su vez provoca una mayor fragmentación del sistema de partidos. Esta reconfiguración del espectro de partidos, ha estado acompañado de un deterioro en las lealtades partidarias, provocando un crecimiento de la volatilidad electoral; que a su vez generan mayores demandas particulares y coyunturales al sistema político, alterando negativamente los incentivos para la formación de acuerdos en torno de agendas nacionales.
Se observa que aún persiste un descontento de la ciudadanía con los partidos políticos tradicionales y un distanciamiento entre las clases dirigentes del país, sus bases partidarias y los electores en general. A pesar de ello, no se ha hecho evidente un incremento del nivel de abstencionismo electoral en las últimas elecciones de octubre de 2010, pero si hay un aumento del nivel de volatibilidad electoral, en especial en las zonas más pobres del país, producto precisamente de la reconfiguración del sistema de partidos. En general se aprecia que una gran mayoría ciudadana no tiene una preferencia partidaria sólida.
En el Congreso, esta dispersión de partidos políticos y la formación de nuevas bancadas, una vez alcanzado las curules, también han contribuido a dificultar acuerdos multipartidarios. Cada nueva elección parlamentaria, ha generado el ingreso de nuevos legisladores, muchos de ellos, sin ninguna experiencia ni preparación anterior, para ejercer labor legislativa, incrementándose los costos de aprendizaje de la función parlamentaria y exaltándose la vocación fundacional en materia de políticas, buscando la obtención de beneficios inmediatos para sus electores, en lugar de plantearse agendas de carácter nacional.
A pesar que es posible que un parlamentario pueda reelegirse, el porcentaje de reelectos no ha superado el 20%, debido a la pobre impresión que se trasmite a la opinión pública por el constante escrutinio a que son sometidos por la prensa local y una serie de organizaciones no gubernamentales y también estatales sobre sus acciones y producciones legislativas, que lamentablemente resultan ciertas en muchos casos.
La fragmentación parlamentaria afecta el tipo de producción legislativa, haciendo que no se debatan leyes trascendentes que demandan consensos. Consecuentemente si el Partido Político de gobierno no tiene una mayoría parlamentaria o no ha sido capaz de construir una alianza o coalición de gobierno que le asegure una mayoría en el Congreso, su capacidad para llevar adelante su agenda de gobierno será limitada y se producirán inevitablemente fricciones y choques entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, así como una mayor lentitud en los procesos de reforma y conducción armónica del país.
La delegación de facultades legislativas por ciertos períodos de tiempo y para ciertos tipos de tema, ha sido el mecanismo que el parlamento peruano ha venido otorgando al Ejecutivo, como una forma de reducir los tiempos en los procesos de toma de decisiones de carácter nacional, en especial para cuestiones muy especializadas y que demandarían demasiado tiempo si se discutieron en el seno congresal. Pero el Ejecutivo se excedía en esas delegaciones, provocando nuevos enfrentamientos.
Estando próximos a elegir nuevo Presidente y simultáneamente nuevos parlamentarios, este abril 2011, resulta importante insistir que los medios de comunicación y el propio Jurado Electoral, efectúen una agresiva campaña educativa sobre el voto informado. El elector debe saber por quién está votando. No debe dejarse conducir por las millonarias campañas publicitarias, hasta cierto punto “adormecedoras” de la verdadera voluntad popular. Aprecio que otra vez las teorías del “voto perdido”, “voto a ganador”, “voto protesta” y “voto por el mal menor”, viene siendo alentada por ciertos sectores interesados en continuar manteniendo sus privilegios y sus cuotas de poder. Muchos candidatos a la Presidencia y al Congreso estamos intentando cambiar ello. Pero debe ser un esfuerzo colectivo de los que verdaderamente amamos nuestro Perú.
Si los medios no nos ayudan, pues habrá que recurrir masivamente a las redes sociales, asimilando el ejemplo que nos vienen dando los países árabes, y aunque ellos lo hacen para salir de largos regímenes dictatoriales y autoritarios, adornados de formas democráticas, no es muy diferente nuestra realidad. Podemos ver a los mismos de siempre, reciclados en diferentes partidos, que intentan llegar al Ejecutivo y al Legislativo, tal como viene pasando a lo largo de nuestra historia republicana.
Dejémonos de apasionarnos sólo en los periodos electorales, asumamos con responsabilidad la elección de los mejores para que nos guíen y conduzcan por el camino del progreso con equidad y justicia social, con honestidad y transparencia, pero sobre todo defendiendo el futuro de nuestras generaciones venideras, los adolescentes y niños, que hoy no votan, pero que si opinan.