Misión constitucional de las Fuerzas Armadas del Perú (3ª parte)
Respecto a qué hacer con las FFAA en el siglo XXI, varios analistas y académicos, comenzaron a especular desde el último decenio del SXX. Así, Thomas Sceetz, un economista norteamericano que tomó como caso típico a Argentina, señaló que existían cuatro corrientes implícitas: 1) la desaparición de las FFAA, por no ser necesarias en tiempos actuales, 2) mantenerlas en un “statu quo indefinido”, donde no exista, la concreción de una misión clara y la situación de las FFAA se basaría en una especie de necesidad coyuntural para las emergencias del gobierno de turno, primando las indecisiones en la adopción de los roles, 3) propiciar un “militarismo caótico”, una suerte de anarquía en el sector defensa, donde cada instituto armado escogería su rol y se irrogaría prerrogativas preeminentes sobre las otras, y 4) propuesta por Sceetz, contar con unas FFAA para lo que denomina “defensa no provocativa” o “no ofensiva”, que a su entender sería la única opción posible de defensa, económica y militarmente.
Analizando brevemente las propuestas de Sceetz, vemos que en el primer caso, la opción despojaría al país que lo optara, de toda capacidad de disuadir eventuales amenazas, papel en que la existencia misma de las FFAA, actuaría como valor de negociación y factor disuasivo. Además aunque sería relativamente sencillo desactivar una fuerza no es tan fácil reactivarlas cuando se les necesite, por lo tanto, son como un seguro: “es mejor tenerlas y no emplearlas, que necesitarlas y no tenerlas”. En el segundo caso, se correría el riesgo que las FFAA se podrían emplear para casi cualquier cosa que el gobernante de turno decida, menos tal vez para lo fundamental: defender a la patria de agresiones externas. La tercera corriente implicaría máximo despliegue, máximas demandas presupuéstales, duplicidad de funciones, desencuentros entre Institutos Armados e ineficacias evidentes cuando deban emplearse. Y en la propuesta de Sceetz, aunque es más realista, no se tendría una capacidad de proyección de poder militar fuera de las fronteras nacionales, ya sea para operaciones de paz, elementos de negociación en situaciones de tensión o impases y en su contribución efectiva en los mecanismos de seguridad regional de naturaleza colectiva o cooperativa.
En esa línea, Carina Perelli, en un artículo publicado en la misma revista que Sceetz, señalaba que las tendencias, respecto a cómo serán las FFAA en el SXXI serían: 1) una corriente propugnando la disolución de una institución que (supuestamente) “como dinosaurios, han cumplido su ciclo”; 2) otra corriente que, ante la incertidumbre de lo que pudiese ocurrir si desaparecieran las FFAA, prefiere que éstas solucionen sus problemas pero recortando sus presupuestos; 3) una tercera plantearía la conversión de la especificidad militar de las FFAA hacia una especificidad más policial o a lo sumo de carácter para-militar, con perfiles disciplinarios militares, destinados a tareas como la lucha contra el narcotráfico, contrabando fronterizo, ayuda en desastres naturales y similares; y 4) una última corriente se orientaría a la creación de fuerzas militares conjuntas y combinadas para tareas que enfrenten a las llamadas amenazas emergentes que sean de naturaleza militar.
Un breve análisis a estas propuestas nos permite señalar que para el primer caso, además de lo explicado para Sceetz, la disolución de las FFAA significaría dejar a los Estados, que adoptaran esta solución, a la benevolencia de alguna potencia hegemónica. Para el segundo, se estaría “sitiando” a las FFAA por el hambre y poner a sus Comandos de turno ocupados en realizar y disponer tareas a sus fuerzas que serían ajenas a su preparación, para evitar que la falta de recursos no las extinga. La tercera uniría en un híbrido los males que se derivan de las dos corrientes anteriores, sirviendo sólo al propósito de los que proclaman la desaparición del concepto y praxis de la soberanía nacional. La cuarta, estaría limitando los roles y misiones a sólo combatir el narcotráfico, el contrabando, la migración, la delincuencia organizada internacional, entre otros.
En Perú, los analistas y académicos que consideran que las FFAA no son necesarias en la situación internacional actual, o que al menos deberían ser reducidas a una mínima expresión, basan sus percepciones de que nuestro país no tendría ninguna relación conflictiva en el corto, mediano y largo plazo, con otro Estado vecino. Que no enfrentará ni es previsible que enfrente amenazas a su seguridad nacional, que implique el empleo de fuerzas militares de dimensiones mayores. La realidad mundial y regional los contradice.
Para analizar la situación actual conflictiva, apelaré a Miguel Ángel Rodríguez Sosa quién señaló: “En los años 80 Michael Norris (‘Índole y fuentes de tensiones entre los Estados’, IPEGE, Lima, 1987) planteó una tipología de los conflictos que permite una primera aproximación a la necesidad de contar con unas Fuerzas Armadas adecuadas en países como el Perú. Norris distingue cinco tipos de conflictos: conflictos sistémicos, conflictos por hegemonía/influencia, conflictos territoriales/fronterizos, conflictos por recursos y conflictos por migraciones/ refugiados…”.
Partiendo de esta clasificación Rodríguez analiza la situación regional y nacional en el 2001 indicando: “…el alineamiento más o menos riguroso de todos los gobiernos latinoamericanos…más o menos democrática y parlamentaria, en razón del grado de legitimidad que logren, han dejado atrás la posibilidad de que en América Latina se presenten conflictos sistémicos (dictaduras versus democracias, regímenes civiles versus regímenes militares y modelos capitalistas versus modelos socialistas de desarrollo) que amenacen la seguridad nacional de los países”. Sin embargo la llegada al poder de ciertos gobernantes en ciertos países latinoamericanos, a partir del 2005, con claras tendencias de implantar regímenes de corte socialista y nacionalista, que inclusive intentan exportar o influir en los procesos electorales con la intención de favorecer a candidatos afines a sus ideologías, valores políticos o sociales, estarían contradiciendo esta primera percepción optimista, de no existencia de potenciales conflictos sistémicos.
Rodríguez agrega: “…subsiste la posibilidad de conflictos por hegemonía/influencia, considerando que hay innegables acciones de países que se proyectan como potencias regionales para aumentar su poder nacional sobre otros Estados de la región…” Señala casos como el de EEUUA en Colombia, que está creando problemas activos en Ecuador, Perú y Venezuela. Otro caso sería, las inversiones chilenas en Perú y Argentina, con la intención de proyectar el poder económico (respaldado por un poder militar en ascenso) sobre los países limítrofes.
En cuanto a los conflictos territoriales/fronterizos indica: “ subsisten situaciones que generan o pueden generar tensiones contrarias a la seguridad nacional de varios Estados en la región… diferendo fronterizo sobre la soberanía de las islas emergentes en el río Amazonas en la frontera Perú-Colombia; defectuosa definición de las fronteras marítimas del Perú con Ecuador y con Chile… rechazo de sectores de la población, en ambos países, a la solución del diferendo fronterizo entre Perú y Ecuador”. Agregaría que el diferendo por los límites marítimos involucra ahora a Bolivia.
Respecto a los dos últimos tipos de conflictos Rodríguez señala: “…en América Latina, las tensiones pueden activarse entre los Estados por la disposición de los recursos energéticos y del control sobre las 200 millas frente a la costa, incluida la jurisdicción sobre recursos y su explotación… No pueden descartarse el surgimiento de escenarios conflictivos a propósito de corrientes xenofóbicas que aparecen eventualmente en países de la región que reciben migrantes ilegales o considerados socialmente indeseables”. El autor concluye: “Es preciso destacar que esta rápida visión de los conflictos activos y potenciales en América Latina muestra que el Perú se halla entre varios tipos de conflictos potenciales… Ignorar o minimizar esta situación no va a contribuir a la solución de los mismos, pero es un hecho que la percepción más ampliamente consentida acerca de la necesidad de las FFAA en un país como el Perú no comparte esta visión de conflictos…, plantea más bien la existencia fáctica o potencial de amenazas a la seguridad nacional, que justifican la existencia y actuación de las instituciones castrenses para sofocarlas…”